En un momento incierto, donde la sobre información, el exceso de imágenes y los cambios acelerados en el sistema de la moda, casi convertidos en norma, nos asaltan y abruman, el diseñador Moisés Nieto elige bucear en sus recuerdos y escoge el verano de 1990 como refugio para crear su nueva colección.

Elementos rescatados del recuerdo que sirven para dar forma a una colección que habla de lo cotidiano. Rincones en los que encuentra elementos que se repiten en los hogares de muchos y que pasan desapercibidos. El crochet de los paños, los visillos de las cortinas, encajes o las plantas del patio son la representación de los recuerdos que nos llevan a aquellos eternos y calurosos veranos del sur.

Una recreación de la infancia del diseñador en los 90 donde recorre a través del estilo de vida pausado, la tradición y la rutina de una tierra y una época a veces añorada.

Esto lo traduce en su particular visión en amplios vestidos midi y faldas de seda plisadas. Prendas ligeras confeccionadas con tejidos de algodón ecológico o seda y mezcladas con técnicas artesanales como el punto, el crochet y el macramé.

Texturas que juegan con diferentes pesos y estructuras como las telas de damasco o el seersucker para crear volumen en amplios vestidos midi, faldas y blazers, al igual que en pantalones anchos. Clásicos reinventados a los que sumar detalles inesperados.

Como en colecciones anteriores, acercándose a la artesanía y poniendo en valor la sostenibilidad, dos aspectos que, colección tras colección, se asocian a la marca, convertidos ya en unos de los sellos más visibles de Moisés Nieto.