París, abril de 2025 — Medio siglo después de abrir su primer salón en la capital del estilo, Franck Provost celebra 50 años al servicio de la belleza femenina, consolidando su lugar como una de las grandes casas de peluquería del mundo. Fundada sobre los pilares del savoir faire francés, la excelencia técnica y un estilo inconfundiblemente parisino, la firma conmemora este aniversario como lo que es: un homenaje a la pasión, la confianza y el arte del cabello.
Desde sus comienzos, Franck Provost tuvo una visión clara y revolucionaria: acercar la alta peluquería a todas las mujeres, sin perder un ápice de sofisticación. Un sueño que hoy continúa con fuerza junto a su hijo, Fabien Provost, y que ha traspasado generaciones, salones y fronteras.



Un legado de elegancia y precisión
Durante estos 50 años, la marca ha marcado la pauta en estilismo capilar con colecciones propias, técnicas pioneras y un enfoque profundamente humano. En cada corte, en cada coloración, en cada gesto, hay una filosofía: la belleza es un lazo de confianza, una relación que se construye con tiempo, profesionalidad y una escucha atenta.
“Este aniversario es también un momento para dar las gracias”, declara emocionado Franck Provost. “Gracias a cada clienta, colaborador y profesional que ha creído en nuestra visión. Porque la belleza se crea con pasión, día tras día”.
Alta peluquería con alma
Lo que distingue a Franck Provost no es solo su excelencia técnica, sino su capacidad para combinar innovación y calidez, tendencia y cercanía. Con presencia en más de 30 países, la firma ha llevado el arte de la coiffure a todos los rincones del mundo, sin perder su esencia: una marca familiar con alma visionaria.
En un universo donde lo efímero a menudo eclipsa lo auténtico, Franck Provost sigue apostando por una belleza duradera, con carácter y personalidad. Una belleza que no impone, sino que revela lo mejor de cada mujer. Y esa, quizás, sea la clave de su permanencia: haber hecho de cada salón un espacio de confianza, de cada visita una experiencia, y de cada mujer, una musa.


