La decoración de un hogar no solo es importante para la organización del espacio y la luz, sino que, además, puede afectar a tu estado de ánimo. 

Decorar es algo más que crear ambientes a la moda. Al elegir las formas y colores, influyes sobre el cerebro de los habitantes e invitados. Puedes hacer que se sientan más seguros y relajados, o estimularlos para explotar toda su creatividad. Con motivo del próximo 20 de junio, el día más feliz del año, Dimensi-on, especialistas en arquitectura y diseño de interiores, nos lo cuentan todo acerca de cómo la decoración afecta al estado de ánimo.

Uno de los aspectos más importantes en la decoración del hogar son los colores. En primavera apostamos por los colores fríos y en otoño por los colores cálidos. De esta forma sobrellevamos mejor las temperaturas de cada temporada y mejoramos nuestro estado de ánimo. Hay que tener en cuenta que los tonos cálidos como el rojo y el naranja favorecen la sensación de alegría y dinamismo, pero si los llevas al extremo, pueden provocar agresividad y sensación de opresión; lo ideal para lograr el efecto deseado, es utilizar estos colores en la tapicería o tan solo para resaltar una pared.

Por su parte, los colores fríos como el verde, el azul y el malva transmiten serenidad, tranquilidad y relajación. Son ideales para dar más amplitud a espacios pequeños y para fomentar la creatividad, pero si los usamos en exceso, la habitación puede adquirir un carácter impersonal y deprimente. 

Hay que tener presente cuál es el objetivo de cada habitación y utilizar los colores correspondientes. En el salón, o la parte del hogar para compartir momentos con amigos y familiares, es preferible optar por tonos cálidos y dejar los colores fríos para el dormitorio.

En cuanto a la iluminación, una incorrecta no sólo afecta a nuestra visión sino también a nuestro estado de ánimo. Con una buena luz aumentan los niveles de energía, mientras que una iluminación deficiente contribuye a la depresión y a otras deficiencias en el cuerpo. Hay que procurar organizar el espacio para dejar pasar la luz natural, ya que estimula la producción de serotonina y endorfinas, o en su defecto, contar con una buena iluminación artificial. 

La altura de los techos también condiciona el cerebro. Lo que ya se conoce como neuroarquitectura ha demostrado que las dimensiones de los espacios de una casa afectan a la respuesta de nuestro cerebro. Los techos altos favorecen la creatividad, mientras que los techos bajos dan paz ayudando a la relajación y la concentración. Por otro lado, las estancias con formas orgánicas y redondeadas aportan tranquilidad. Por el contrario, los ángulos muy pronunciados envían al cerebro un mensaje de amenaza.

El orden, la limpieza y la ventilación son imprescindibles para una distribución armoniosa. Hay que deshacerse deshacernos de todo lo que no nos sirve y establecer un orden riguroso con todos los objetos que van a permanecer en nuestro hogar. Un espacio organizado genera eficiencia y disminuye el estrés.

Por último, destacar que la naturaleza también y es que incluir plantas y flores en casa aporta vida, calidez y le dan un toque de frescura al espacio. Además, disminuyen el estrés, aumentan la productividad y la concentración y mejoran la calidad del aire.

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