El diseñador Alex Vidal se encuentra detrás de su firma homónima como CEO de la misma. Una marca nacida en el año 1956, cuando su abuelo empezó su carrera como diseñador de moda, aunque no fue hasta el año 1975 que se estableció realmente como una firma reconocida. Alejandro, el fundador de la misma, fue uno de los primeros modistos que logró ganarse la confianza de las mujeres más sofisticadas de Valencia. Un hombre al que consideraron un gran referente debido a la cantidad de clientas que se pusieron en sus manos para vestirse de novias, apostando por prendas de alta calidad realizadas totalmente a medida.

La segunda generación llegó con el padre de Alex Vidal, que le aportó el impulso que necesitaba para evolucionar, apostando por las colecciones temporales, la fundación de boutiques en Valencia y también la presencia de la marca en la Valencia Fashion Week. Como director creativo y gerente de la firma, su padre consiguió que la marca fuera conocida no solamente en el ámbito regional sino también a nivel nacional, un momento de máximo esplendor para la firma. Ahora, tras haber dejado la pasarela, la firma ha vuelto a sus orígenes: “La esencia siempre ha sido esa y ha perdurado en el tiempo”, afirmaba Vidal sobre este hecho. Un punto de vista personal en el que el lujo y la personalización van de la mano, con diseños que se adaptan al estilo de cada cliente.

Sus diseños, basados en una novia tradicional, se han ido ajustando y modernizando con el tiempo, manteniendo elementos que le confieren a todos los vestidos un punto atemporal. Con este se consigue crear piezas que mantienen un toque de actualidad independientemente del momento en el que fueran creados, basándose en siluetas clásicas y por supuesto, con el color blanco como protagonista.

Entre sus vestidos podemos ver desde apuestas con un aire lencero, minimalistas y que nos llevan a los años 90, hasta mangas amplias combinadas con espaldas al descubierto o interesantes escotes fuera de lo habitual. Todo ello, bajo la aproximación natural y del modisto, que da lugar a elementos sencillos que funcionan a la perfección, sin llegar a ser nunca “demasiado”. Un distanciamiento con el maximalismo que imperaba hace unos años y que es refrescante, un favorito para aquellas novias que buscan brillar en el día de su boda.